En el horizonte se desgaja
en varios colores el cielo,
mientras el tiempo, dura navaja,
los junta en un solo velo,
descubriendo las mil alhajas
que se ocultaban con celo
entre los diseños de paja
y los tejedores del velo.
Luego, la mesa que agasaja
con el mantel de espejuelos
al Dueño de las alhajas
queda servida en el cielo,
para honrar al que trabaja
y al que ama, con un consuelo.