Vivirte, en el fragor
impetuoso de este siglo,
es un remanso de alegría
en el que bebo quietamente
la ilusión de tu sonrisa.
Caminando entre tus páginas,
hallo estrellas en tu cielo
y figuras nunca imaginadas.
Y así te vivo, huyendo
de la indiferencia
y buscando en tu consuelo
el camino hacia el cariño
que arde como tea
tras el cierre de la puerta
al principio de la noche,
tesoro de tus palabras bellas.