Han pasado los veranos,
el invierno deja algunas huellas
marcadas por la nieve.
Los arroyos se acumulan
en las sábanas de piel,
registros de la vida
degustada con cariño.
El sol del tiempo deja
su marca indeleble
en los campos y los bosques
siempre exhuberantes.
Mas una cosa queda,
siempre verde, siempre fresca
como agua de pozo vivo
dulcemente conservada:
un calabazo de cariño.
Imagen tomada de
https://thechefwithredshoes.wordpress.com/2016/11/07/kissing-mezcal/img_1808/