Miro los árboles mecerse
en la serena quietud del campo,
como contando las historias
y multiplicando los abrazos.
Y cada abrazo llama al viento
con su rosario y su canto,
para grabar en los cielos
el sol de nuestros pasos,
escribiendo unas palabras,
a nuestros nombres llamando
para que nuestros labios griten…
¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!
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