Vuelve Bécquer, enamorado
del beso y el mar de tu pupila,
figura del canto sublime
que acaricia del mar su orilla;
descubre en ti los nuevos mundos
con el tesoro de la rima,
eterno canto y viva llama
que pervive en la poesía;
en ti escrita, en ti soñada
como verso que un mar agita.
Y Bécquer te escribe, amando
la herencia suya que palpita:
“Beso tus ojos que reflejan
al labio rojo que suspira,
el labio ahora confundido
con el mar vivo en tus pupilas;
rujo con la trepidante ola
en la piel que sueña una vida,
vida de sueño, vida que ama
este poema y su caricia;
poema de piel, sin palabras,
un dulce himno que os abriga.”
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